sábado, 15 de agosto de 2020

Fecha de caducidad.


Darte cuenta del paso del tiempo

viendo la caducidad en los alimentos, 

bebidas y medicinas.


Ese gesto que haces buscando la fecha impresa 

en un lado, abajo o arriba de la caja. 

Y encontrarte de repente con un año al que todavía no has llegado. 

Sobrecogimiento del futuro, de un porvenir incierto al que

(¿)estás seguro de que vas a llegar(?)


Sobrevivir a las fechas de caducidad que solemos leer

y continuar leyendo aquellas posteriores con esperanza  

y ese miedo no oculto de que eso pueda no ocurrir.


He visto tantos años escritos ya pasados...

Estoy viendo otros tantos en los que por cercanía creo que estaré presente...

Veré años futuros en los que no estaré ya. 


Inevitable creer sobrevivir a cualquier caducidad. 

Nos dejaremos vencer por la inmortalidad.

Creer que todo alrededor deja de ser 

y nosotros permanecer en ese gesto eterno buscando

siempre la fecha.




Teo

15 agosto 2020






sábado, 8 de agosto de 2020

La vejez

Pongo un gran empeño en envejecer.


El color gastado de mi pelo me lo recuerda en tonos grises. 


Mis manos fuertes ya no agarran la vida nerviosas por vencer. 

Las articulaciones inflamadas se vuelven torpes y entumecidas, 

Mi piel y la elasticidad se hacen incompatibles. 

La grasa se reparte caprichosa en zonas que antes no visitaba. Mis ojos se nublan sin brillo. Miran pero discriminan lo que quieren o no ver. 

Mis dientes, mis piernas y mis orejas. 

Son mías pero se rebelan si las miro. 

En el espejo se refleja un rostro conocido, familiar. 

Con este empeño lo he llegado a pensar: no pararé hasta que mi madre emerja de mí. Ya voy por el camino. El espejo me saluda todos los días con el rostro de la señora mayor que fue ella. 


La vejez esa obsesión por no dejar de ser.


A las pruebas me remito. 

Le estoy echando ganas y compruebo

que no se me está dando tan mal.

Con suerte y motivación,

día a día, lo estoy bordando.




Teo

8 agosto 2020





Todo me cuesta una vida.

 Todo me cuesta una vida.


De niña hice un viaje a ninguna parte

para volver adonde no estuve nunca:

me costó comprender la esencia misma.

Niña con rutinas y estereotipos fijos criada,

niña cuyas manos se enredaban en la colcha de su cama.

Me frotaba los ojos para ver si aquello era real:

si mi conciencia, la de una niña débil, tan poco acostumbrada a desobedecer,

no me engañaba y me hacía guiños detrás del aparador.


Atravesé sumergida toda mi infancia 

y cuando saqué la cabeza me hundí en una montaña 

de no certezas.  Casi no la cuento, así fue mi adolescencia.



Todo me cuesta una vida. 



Veinte años me costó llegar a la joven que fui.

Mi minúsculo mundo se disolvió harto de no ser.

Con un puñado de ilusiones creí poseer el tiempo.

Ese que me llevaría a ti. Tiempo largo de espera 

y en un segundo ya para siempre mis ojos mirándote.


Vasto tiempo. Demasiado tiempo oscuro.

Entre tinieblas amándonos y otra vez el llanto.

Claroscuro, oscuro, noche larga.

Contradicción: vida perfecta. 

Juntas contra la ley,

contra la luz, contra un mundo sin luz.

Amarnos era solo una excusa para así poder seguir 

buscando...



Año tras año no solo pasaba la vida.



Difícil encontrar una rendija.

Un modo, una razón y la justicia.

Toda la vida he querido amarte.

Toda la vida he querido ser contigo.



Todo me cuesta una vida.



Ser mujer. Hacer equilibrios. No equivocarme.

Vencer el miedo o mejor, rendirme.

Perdonarme. Volver a ser. No dejar de ser.

Tener la luna y echar en falta el sol.

Conformarme. Calmarme. Seguir.

Amarnos. Siempre tú. Buscar. 

Darme cuenta y saber. 


Me ha costado tanto.

Todavía me está costando...


Bienvenido sea el tiempo que me resta.

Bienvenido el día con su noche.

Blancos y negros. Grises brillantes, tonos opacos.

Cromática desarmonía. Baile de suspiros y sonrisas.



Todo me cuesta una vida.



Ahora lo sé. Siempre ha sido así.

Si este es el comienzo de un fin venidero 

todavía puedo gastar, creo,

mis ganas, mis duelos, mis lamentos, mis risas

y mis sueños.

No será fácil volar tan bajo y conseguir

salir indemne de este vendaval de días completos

surgiendo entre mis dedos como rosas que saben 

que un día ya marchitas desaparecerán.


Solo me costará la vida. 


Justo es el precio. 




Teo

8 agosto 2020