Este mar siempre me salva.
Siempre me salvará de las lágrimas
que secan mi alma hasta convertirla en nada.
Esta arena y esta luz son dos espejos
empañados resistiendo un desierto.
Vienen de lejos las olas nobles,
las benditas ondas cuyo ritmo no deja de sonar.
¿Son mis ojos los que miran este espectáculo
sin precio o acaso me reta la vida con su belleza?
¿Quién puede más:
la pérdida
o aquello que
permanece
moviéndose
al compás
de un mar
sempiterno?
Teo
11 diciembre 2016