jueves, 19 de junio de 2014

Siempre es nunca demasiado.










Teníamos solo veinte años. Veinte años no es nada...

Tú con tu pelo largo, muy largo, rubio
como las candelas. Yo, buscando tímidamente
el modo para sentirme a gusto dentro de mí.
            [Siempre tan profunda]
No tuvimos conexión hasta que nos paramos y te vi mirándome
fijamente, con esos ojos tuyos tan de verdad, con esa mirada tuya
que me resucitó y me convirtió en lo que soy.


Si quieres fuiste tú, y si no, yo. O las dos.
Pero caíamos en la trampa que habíamos colocado con tanta precisión, una y otra vez.
Precisamente nosotras dos éramos culpables de tanto...


Recuerdo los besos, aquellos primeros besos.
Tu olor primero, tus suspiros y mis lamentos.
Recuerdo tanto ese reloj que empezó a marchar 
con un tic tac tan diferente, con cuerda para rato.

No podía creerme nada porque yo siempre he sido muy descreída.
Desde que empecé a amarte supe que creer es lo mismo que sentir. 
            [Y eso antes no lo sabía]
Si eras capaz de cambiar el significado de las palabras, dándome definiciones nuevas; si tú te
ofrecías dispuesta a darle la vuelta al mundo, a poner todo patas arriba; quién era yo para detener
tu obra, tu especial arte de vivir. Me ceñí a ese propósito, porque era el mío y además el tuyo.

Siempre a dos hemos hecho la vida.
Esta vida nuestra que nos encaja como una pieza de un puzzle,
una con la otra. 


No sé que me digo, pero está claro que el tiempo
va haciéndonos despacio una posibilidad, y el cambio llega 
sin apenas darnos cuenta: se instala una emoción, primero, luego la ilusión, 
el anhelo para quedarse y la razón es un armazón que lo sustenta todo. 

Más fuerte que el amor,
el deseo de ser siempre.

Siempre es nunca demasiado.




Teo.
19 Junio