Necesito encontrar algo
y no lo he perdido:
no lo he tenido nunca.
Necesito mantener la línea
que surca mis sueños.
No me llevan las olas del lamento.
Me interno hacia un bosque donde los rayos
de sol crean sombras reales, nítidas,
tras las que corro
violenta a veces, danzando lentamente otras.
Veo una rendija por donde colarme;
al principio estrecha, tanto que me hace pensar
que no voy a caber en ella.
Es una salida o mejor la entrada a la gruta
más desconocida de mí,
esa que me conoce y sabe
quien soy.
Las posibilidades me estallan en la cara.
No es por nada, pero todo cambia.
Mi mirada, que ya no ve, sabe palpar
las paredes rugosas de mi alma.
Teo Melero
24 abril 2019
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