domingo, 11 de diciembre de 2016





Este mar siempre me salva.
Siempre me salvará de las lágrimas 
que secan mi alma hasta convertirla en nada.
Esta arena y esta luz son dos espejos 
empañados resistiendo un desierto.
Vienen de lejos las olas nobles, 
las benditas ondas cuyo ritmo no deja de sonar.

¿Son mis ojos los que miran este espectáculo
sin precio o acaso me reta la vida con su belleza?

¿Quién puede más: 
la pérdida 
o aquello que
permanece 
moviéndose 
al compás 
de un mar 
sempiterno?



Teo
11 diciembre 2016

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