lunes, 16 de septiembre de 2013





  











¿Dónde habré guardado
el trozo de vida que me sobró
ayer justo antes de las doce en punto?
Era un trozo tan hermoso, daba gloria verlo...

Juraría que lo observé entre mis manos
y me dije: "lo pondré aquí para que no se pierda"
-mágicas palabras para no volverlo a ver-
pero una y no más, 
esto no me va a pasar nunca más...

Voy a ordenar todos los cajones, limpiar armarios,
tirar la basura acumulada durante tantos años,
pasar el trapo a los rincones, lugares secretos
que dejan de serlo porque se les fue el encanto
y el misterio.

Tengo que hacerme un firme propósito:
no voy a dar nada por perdido.
Cuidaré que todo esté en su sitio,
las esperanzas con las esperanzas,
los deseos con los deseos,
las nostalgias con las nostalgias.
Y sobre todo comprar unas cajas
grandes y llenarlas
-con todas las frustraciones,
algún que otro odio antiguo
y esa obsesión de las noches...-
y subirlas al altillo, ahí que se pudran
bien alto, que te dé pereza mirarlas si
alguna vez se te ocurre.


¡Ay, no dejo de acordarme!
¿Dónde metería el trozo, ese trozo
de mi vida que me sobró ayer tarde?
De hoy no pasa que organice los
cajones de la casa, cuando más se necesita
uno nunca encuentra nada.

Y era un trozo tan hermoso, -y ni aunque fuera pequeño-
qué contrariedad más grande
no saber dónde lo he puesto.
Menos mal que no es urgente... aunque, espera, sí
-menuda inconsciente - es de vital importancia:

no está la cosa como para andar perdiendo.



Teo
16 Septiembre 2013

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